Hoy domingo, que abre todo en Madrid, he pasado —aprovechando que además está mi mujer por aquí este fin de semana y nos dábamos un paseo— por Puerta del Sol para comprar en Doña Manolita, administración de Lotería conocidísima en todo el territorio, para ejecutar un recado que me encomendaron. Obviamente algo pillé para mí. Y más obviamente aún, no voy a poner el número para que nadie lo conozca. No es de extrañar que siempre toque algo ahí, si la mitad de España compra en ese establecimiento, de aspecto bastante cutre, y la otra mitad en Las brujas de oro, con demostraciones de ostentación excesivas para mi gusto (visitamos esa administración en las vacaciones por Pirineos del año pasado).
Anotar que el trato no fue de nuestro agrado. Después de esperar, menos de lo que temíamos, eso sí, nos trataron poco menos que como a ganado y en plan «son lentejas, si te gustan bien, y si no, las dejas». Vamos, que no pude elegir el número, sino aceptar «el primero que encontré».
Pese al trato, como nos toque, saldrán amigos hasta por el desagüe del fregadero. Cochina crisis. Cochino dinero.
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