Aunque mis amigos no terminan de entenderlo, y reconozco que echo un buen puñado de horas a la semana en el tren, sigo disfrutando como un niño contemplando los amaneceres desde un vagón en movimiento. Lástima que la mayoría de la gente que viaja conmigo vaya blindada en su propio universo minúsculo con la mirada baja.
[Publicado originalmente en mi muro de Facebook el 1 de septiembre]
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